Nos despertamos a las 6:00 sin demasiadas prisas. Era todavía de noche. Entre el desayuno, el aseo y recoger la tienda de Tachu y preparar las motos se nos hicieron las 7:30. Momento en el que poníamos las motos en marcha para atacar, como en el argot del Tour de Francia se conoce, la etapa reina con final en alto. Aunque ese final únicamente era un aperitivo para el día que distaba mucho de ser la conclusión de la que sin duda iba a ser la etapa reina de la ida.
Una hora menos algunos minutos costó de superar los 27 kilómetros que nos llevaban hasta la cumbre del puerto D’Envalira de 2408 metros de altitud en un día que allí arriba era radiante. La cosa funcionaba, aunque a algunos mejor que a otros. Mi GL subía a buen ritmo, en su línea, para merecer el premio de la regularidad, pero las otras dos motos iban a por el triunfo final de la carrera y enseguida se pudo comprobar que no sólo corrían más, también subían mejor y consumían menos, cerca de medio litro a los cien, que si bien parece poco, en realidad es un 20% menos que la mía. Se puede considerar que tanto la GL de Tachu como la AL de Chimo atesoran un equilibrio ideal de potencia, fiabilidad y economía. Un buen trabajo de Kiqu que ahora se refleja en la práctica.
Lo siguiente fue la bajada que parecía interminable. Las motos estaban en su salsa y uno tras otro consumieron los cerca de 40 kilómetros de carretera en descenso, aunque los que tenían pendiente sólo fueron los 15 o 20 primeros. En ese tramo ocurrió un pequeño incidente sin importancia en el que Tachu perdió la tapa de las herramientas con todo su contenido. Digo sin importancia porque pudimos recuperar hasta el tornillo de sujeción de la tapa.
Pronto llegaron los llanos de las cercanías de Toulouse y la ciudad. No se si decir que fue lo peor del día porque todavía quedaban muchas horas y algunos problemas antes de terminar la jornada, pero atravesar la ciudad y sus aledaños supusieron un desgaste físico y moral importantes. El tiempo pasaba deprisa y los kilómetros muy despacio. Comenzaba la tarde y no habíamos concluido la mitad de recorrido. Por suerte el día seguía bueno y el sol castigaba de lo lindo, que era la situación preferida para nuestros motores, que parecían sentirse mejor con las altas temperaturas.
Perdimos una hora visitando a mi amigo Msr. Gilbert, que en el primer viaje a París me pudo solventar el importante contratiempo de la rotura del eje de la rueda trasera de mi moto. Por casualidad el navegador nos llevó hasta aquel lugar y pasamos a verle. También por suerte se encontraba en la fábrica y nos pudo recibir. En un primer lugar parecía sorprendido y asustado, como si le diera la sensación de que le íbamos a pedir algo. Nos atendió de manera correcta pero nada más, pronto dio por concluida la recepción, posiblemente porque no acaba de recordar mi anterior visita. Nos despedimos y salimos hacia las motos que esperaban en la puerta. Cuando nos estábamos colocando los cascos volvió a salir el señor Gilbert y nos dijo que si queríamos tomar café, a partir de ese momento la cosa cambió radicalmente para pasar a una situación agradable y totalmente distendida.
De nuevo en la carretera nos encontramos con unas obras que nos retuvieron un buen rato. Mi GL fallaba un poco pero no le di importancia, unos kilómetros atrás tuve que cambiar una bujía porque se paró mientras manipulaba el navegador en una de las detenciones en la cuneta.
Seguimos y el tiempo comenzó a oscurecerse cuando el sol poco a poco iba bajando en el horizonte.
El primer chaparrón nos obligó a detenernos para sacar los chubasqueros y todo lo que habíamos traído para la lluvia. Al mismo tiempo nos pusimos en comunicación con nuestra familia-asistance y nos dijeron que estaban en el camping y que era imposible plantar las tiendas de campaña por lo que había caído y lo que estaba cayendo. Entre todos decidimos que había que buscar un hotel para pasar la noche porque en el camping no iba a ser posible.
Los siguientes 10 kilómetros fueron infernales. Un tramo con un chaparrón importante que dejó la carretera inundada y peligrosa. Era una zona donde habitualmente llueve bastante, pero que el temporal rompa las ramas de los árboles y arranque alguno, eso no lo es. Estábamos conviviendo con un día de perros en la zona de entrada a la comarca limusina.
La lluvia cesó por unos minutos para permitir que nos lamiésemos las heridas. Uffff, había sido complicado el tramo. Las motos funcionaron bien, aunque la mía falló en un par de ocasiones con amenaza de paro. De momento habíamos superado el primer escollo realmente difícil.
Nos quedaban 100 kilómetros para llegar a Bonnac la Cote, que era donde estaba el camping, pero ahora el destino había cambiado hasta el sur de Limoges donde las familias habían tomado unas habitaciones. Era sólo cuestión de salvar esos kilómetros hasta el hotel, aunque la noche se acercaba muy rápido.
Oscureciendo volvió de nuevo la lluvia con bastantes ganas, llegando en poco tiempo a inundar de nuevo la carretera. Cuando las luces de los pueblos se encendieron y la carretera oscureció hasta casi no poder distinguirla, un fallo fulminante de mi Moisés, el que sobrevivió de las aguas, detuvo la marcha en un lugar indeterminado de una carretera llena de agua donde desde arriba, San Pedro, no parecía tener interés en aflojar su húmedo ímpetu. También había viento y fresco.
Una suerte relativa nos permitió acercarnos hasta la parte exterior de una fábrica que tenía un techado que nos podía proteger en parte. Digo eso porque la suerte fue que el viento soplaba desde el techado y algo nos protegía, pero el resto estaba al descubierto.
Desmonté la bujía y pude comprobar que no había chispa. Revisé todo lo revisable y no había manera. En principio parecía que aunque había agua por todas partes, no parecía suficiente para tal situación, sobre todo porque en el viaje a Cabo Norte viví etapas con más agua y más frío, pero así estaba la cosa.
Cuando ya dimos por concluida la revisión y avisamos a la familia-asistance para que viniera a nuestro encuentro, se me ocurrió llamar a nuestro ángel salvador, Kiqu.
¿Has comprobado si falla el módulo rosa del encendido? Esas fueron sus palabras. Casualmente había cogido uno de repuesto porque según Kiqu ese módulo solía fallar. Al abrir la caja de herramientas reconvertida en habitáculo de elementos eléctricos pude comprobar que no había entrado agua, pero la humedad ambiental era otra cosa que seguramente había hecho su trabajo. Así fue, cambié el módulo rosa por el que traía de repuesto y Moisés entonó nuevamente su letanía… llamada a la familia para que no vinieran a buscarnos y hora y media después estábamos con ellos en el hotel. Aunque ese tramo fue muy difícil y peligroso porque siguió la lluvia y con las luces de las motos apenas se veía nada. También había que sumar las ramas que encontrábamos en la carretera.
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