Esta foto es una de las más vistas en el mundo, pero ésta precisamente la hemos hecho nosotros. Sin duda estar a los pies de este ingenio es sencillamente para alucinar... a veces los hombres, y las mujeres, claro, imaginamos cosas interesantes
Lo grandes que somos nosotros con nuestras motos y si no fuera por las banderitas pasaríamos desapercibidos... qué cosas...
A lo que vamos:
En primer lugar agradecer a nuestros amigos Les Tontons Scooteurs por el detalle de hacerse eco de nuestra llegada a París en su blog http://www.les-tontons-scooteurs.com/forum1/viewtopic.php?f=5&t=5615 seguro que no os lo vais a creer, pero allí se reunen cada miércoles primero de mes por la tarde, junto a la fuente que hay a los pies de trocadero y a escasos metros del carrusel que siempre está girando, el caso es que llegó Sting en su moto de Quadrophenia... como os lo digo...
estuvimos de charla con algunos de los representantes del motoclub que nos pusieron al día de sus citas mensuales y nos prometieron entrar en nuestro blog. Así lo hicieron: --Merçi beaucoup mes amis... --
Después de las charlas con los "Tontons" cruzamo el Sena y nos metimos en la rotonda del Campo de Marte al otro lado de la Torre. Allí llegaron algunos españoles que vieron desde lejos las banderitas de nuestras motos... siempre hacen amigos esos trozos de trapo, allá donde vamos la gente se acerca a preguntar. El caso es que una familia de Bilbao que buscaba un camping para pasar la noche con autocaravana vinieron a vernos y de paso nos hicieron algunas fotos.
Comenzaba a oscurecer y todavía nos quedaban más de 60 kms. para llegar a casa de Sarah, así que no era posible alargar las conversaciones.
Ese tramo fue bastante duro porque había muchas poblaciones que atravesar, muchos semáforos, muchos adoquines y sobre todo la oscuridad, que se hacía más patente por la poca chicha de nuestros faros, que sólo obtenía un aprobado justo la AL de Chimo. Si todo eso no era suficiente, en ese tramo se rompió el soporte del escape de la AL y hubo que ralentizar la marcha. También tuvimos que parar a repostar, donde conocimos a dos chicos franceses que curiosamente eran sordomudos... bueno, pudimos comprobar que la comunicación con ellos resultaba tan sencilla como con chicos españoles con la misma difucultad, sencillísimo gracias a ellos, claro.
Las motos estuvieron el resto de los días en el jardín de la casa de Sarah, bajo el enorme cerezo y protegidas con un plástico, descansando.
Los seis días restantes hasta la cuarta etapa y primero de regreso estuvimos haciendo turismo por los sitios más típicos de París. Como siempre, pasar el tiempo de un lugar para otro sin parar de ver cosas y al final sólo has visto una pequeña parte de la ciudad y sus lugares interesantes, pero por lo menos creo que cumplimos. Incluso nos permitimos el lujo de acercarnos a Brujas a pasar unas horas bajo el agua y sobre sus canales. Otra ciudad encantadora que el agua y el frío desdibujó nuestras esperanzas. A pesar de ello pienso que también mereció la pena. A las motos, savo la soldadura del escape de Chimo, apenas las atendimos hasta el día 9, víspera del regreso. Ese día las mimamos un poco y les revisamos todo lo posible, que tampoco era mucho y sobre todo no era necesario. También es cierto que en el jardín no apetecía manipularlas bajo la lluvia, por eso la tregua del tiempo nos animó al mantenimiento de las máquinas aquel día.
Mi inseparable Sony se ahogó la noche de la segunda etapa cuando se detuvo Moisés. Entre la oscuridad y la lluvia no me di cuenta que había dejado abierta una de las cremalleras de las alforjas que llevaba sobre el depósito adicional y el agua se fue metiendo hasta anegar su interior. La máquina de fotografiar y algunas cosas más estuvieron sumergidas en parte hasta que me di cuenta, pero para la Sony ya era tarde. Ahora se pone en marcha pero no funciona... me da mucha pena porque nunca me había fallado... smmifffff, --mea culpa -- a partir de entonces casi todas las fotos se hicieron con los teléfono móviles.
La mañana del miércoles 10 de agosto de 2011, todo hay que señalarlo, nos puso en marcha a las 5:00, pero en marcha de verdad sería un poco más tarde. El cielo estaba despejado pero hacía frío, bastante frío (7ºc.). Por suerte llevábamos la ropa de invierno con lo barbour y los pantalones a juego, las botas y los guantes impermeables. Todos excepto Tachu que llevaba zapatillas de deporte y guantes de ciclista acolchaditos. Emprendimos la marcha tranquilamente hacia el sur con dirección a Rambouillet para salvar los alrededores de París. En Rosny-sur-Seine nos encontrábamos al noroeste de la capital. La pobre luz de nuestros Vespino apenas daba para alumbras las profundidades de los bosques próximos, pero poco a poco el cielo iba haciédose cada vez más claro hasta hacerse innecesaria la iluminacón artificial.
En las proximidades de Rambouillet me detuve para cambiar el destino en el navegador. Mi costumbre es no poner distancias demasiado largas para luego no tener problemas. Por lo menos a mí me funciona. Además siempre pido rutas en bicicleta que, si bien te hace dar rodeos por carreteras perdidas por los campos, también te permite ver pueblos y rincones que de otro modo no sabrías ni que existen. El caso es que me detuve a la entrada de la ciudad, en un sitio tranquilo. Cuando bajamos de las motos le comenté a Chimo que el termómetro me había marcado una temperatura muy baja y él de dijo que el suyo había bajado hasta los 3,8ºC. Mientras comentábamos el caso no nos dimos cuenta de las dificultades que tenía Tachu para bajar de la moto... estaba helado. Los más de 60 kilómetros que llevábamos recorridos habían ido calando en sus manos y en sus pies hasta dejarlo casi rígido. Seguro que si no paramos en la siguiente curva sale recto. --tíos, así no es posible seguir...-- dijo. El caso es que no dijo nada y yo no hubiera parado. Chimo sacó de su maleta unas manoplas de las que se acoplan en el manillar en invierno, unos calcetines largos y unos cubrebotas. Eso y una caminata alrededor de las motos permitió a Tachu recobrar el color que había dejado sobre el asfalto en el último tramo. ¿Por qué no dijo nada? Seguro que la próxima vez no le ocurrirá.
Seguimos sin parar hasta más allá de Orleans. El sol brillaba en lo alto y la lluvia no parecía tener cita para ese día. Los bosques sucedían a los prados y las montañas a todos los demás. Los kilómetros pasaban rápido y las medias horarias eran realmente buenas. La familia-asistance estaría ya en la carretera y seguro que nos estaría comiendo el terreno por la autopista a marchas forzadas. Habíamos quedado en el camping de de Bonnac la Cote, que parece que era un lugar maldito para nuestros viajes, puesto que en 2007 no pudimos acampar allí porque tuve la avería mecánica que me obligó a tragarme los 750 kms. de la etapa de un tirón. A la ida de la segunda etapa por el agua y en esta cuarta etapa seguramente tampoco sería el destino final porque queríamos hacer algún kilómetro más hacia el sur y al día siguiente llegar temprano a Andorra en la quinta etapa.
La moto de Tachu sufrió un pinchazo en su rueda trasera que pudimos solventar en menos de media hora sobre la hierba de la cuneta. Un motero de parches múltiples en su cazadora se detuvo con su coche por si necesitábamos ayuda. Se lo agradecimos pero ya estaba el asunto resuelto... Merçi
Un poco más adelante paramos en un lugar muy agradable a hincar el diente al bocata de jamón de Garcerán que todavía sobrevivía. Menos mal que compramos mucho jamón, de lo contrario no se que hubiéramos hecho... ¡¡bendito jamón que nos acompañas en todos nuestros viajes!! y no es coña.
Tuvimo que detenernos un instante para amarrar el escape de la moto de Chimo que nuevamente había partido la pletina de sujeción.
Seguimos y seguimos entre bosques, llanos y montañas de tierras galas hasta que la hora aconsejó ponernos en contacto nuevamente con la familia-asistance con la que horas antes habíamos acordado bajar 40 ó 50 kms. más al sur de Limoges. En los últimos kilómetros nos habíamos metido en una zona montañosa en la que íbamos zigzagueando entre valles, ríos y bosques por carreteras muy estrechas y pueblos pequeños. --hello...¿habéis llegado al camping?-- efectivamente, ya estaban en el camping y nos pasaron las coordenadas. Mientras mantenía la llamada introduje lo datos en mi navegador: Les Hameaux du Perrier, camping La Prairie 45º5'52,43'' latitud Norte y 1º27'1,771'' longitud Este. Recalculando y "voîla..." el destino a 5 kilómetros... ¿era realmente posible que después de casi 450 kms. estuviéramos a sólo 5 de nuestras familias en un mar de montañas? Sí, era cierto.
Quince minutos después entrábamos en el magnífico camping La Prairie. Más por el lago y los prados verdes de toda la zona que por las instalaciones, que dicho se de paso eran suficientes. Todavía llegamos a tiempo de plantar las tiendas de campaña y ducharnos antes de que anocheciera.
LA QUINTA ETAPA no tuvo grandes dificultades. Seguían las carreteras llanas que de vez en cuando se veían interrumpidas por pequeñas serranías y por bosques. Llegamos nuevamente Reynies, el pueblo de mi amigo Gilbert al que en esta ocasión no fuimos a visitar. Allí mismo nos detuvimos para comprar bebida fresca y comer junto al río Garona y, ¡¡sorpresa!!... me di cuenta de que los pedales de mi moto giraban líbremente, tanto en modo bici como en moto. Al principio me preocupó, pero enseguida comprendí que se debía haber roto alguna de las orijillas del piñón de bici que en alguna ocasión conseguía engranar. No pasaba nada, tendría que arrancar de empujón a partir de ahora...
Después de comer tranquilamente tras habernos despojado de la ropa de invierno nos pusimos nuevamente en marcha entre campos de manzanos y girasoles. Decidimos dar un pequeño rodéo, que al final no fue tanto, para evitar los problemas de atravesar Toulouse, que tanto nos entretuvo en el viaje de ida. La jugada salió bien y nos llevó por carreteras ausentes de tráfico y buen asfalto hasta divisar a lo lejos la franja irregular de los Pirineos que a esa distancia se veía azulada. Unas horas más tarde comenzamos el ascenso hacia el Envalira otra vez. A falta de 16 kilómetros para llegar a lo alto del puerto me adelantaron Tachu y Chimo que ya estaban hartos de chupar rueda tantas horas, en ese tramo me sacaron 7 minutos de ventaja, prueba inequívoca de que sus motos andan mucho más que la tranquila Bella Durmiente que sigue en lo suyo de conservar el maiot de lunares rojos, dejando el premio de la montaña y de los sprints a sus compañeras.
Con el sol alumbrando con ganas nos hicimos unas fotos nuevamente en lo alto del puerto para bajar vertiginosamente hasta Andorra la Vella. En mi marcador vi los 78 kms/h que me permitieron adelantar a algún coche, pero la pendiente de aquel tramo aconsejaba no confiar demasiado en los frenos, de manera que todos aminoramos la marcha para llegar al camping poco después e ir a cenar de mesa y mantel a una pizzería de la ciudad.
LA SEXTA ETAPA es casi de transición, como la del Tour de los Campos Elíseos en la que todo el pescado está vendido. No por eso deja de tener importancia y no hay que currársela. Es posiblemente una de las etapas más duras y pesadas del viaje, tanto por todo lo que ya se lleva acumulado, por el calor y por las ganas de llegar. Por eso al detenernos pasada la población de Ascó y devorar unos buenos bocatas made in spain, nos repantigamos largamente en las sillas bajo la sombra de un emparrado y casi casi nos sentimos como en casa.
Tortosa, La Cenia, Sant Mateu, Cabanes, Vilafamés, Onda y la entrada en la Sierra Espadán con sus pedientes del 10% que serían los últimos esfuerzos que los pequeños motores tendrían que hacer para el final feliz de una fantástica aventura que como tantas otras, ahora, pasados unos días, nos ha parecido fácil y nos ha sabido a poco, posiblemente porque los recuerdos tamizan los pocos momentos malos que hay en todos los viajes.
Ahora a pensar en el siguiente...
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